La Vocación sacerdotal es don divino, que nadie se otorga, sino que es el mismo Dios quien lo regala, a quien él mismo ha elegido sin méritos algunos sólo por su infinita misericordia...El que se sienta llamado a hacer grandes cosas, a hacer cosas extraordinarias, cosas sobrenaturales; no se le olvide que en su ser está aconteciendo algo DIVINO, que no le pertenece, pero es cómo si se lo hubieran regalado.
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